domingo, 25 de abril de 2010

UNA NOCHE CUALQUIERA (II)



Hay unos cuantos sucesos de mi caminata, desde el Solar De La Abadía hasta cerca del Congreso de la Nación, que hacen de aquella peregrinación algo memorable, algo digno de mencionar. Cosas que tal vez no hubiese hecho nunca en mi vida, de no ser gracias al alcohol y las drogas.
Lo primero fue un traba, un hombre con deseos de ser mujer. Capaz de vender su cuerpo a cualquier extraño con tal de conseguir aquella flor bendita de Venus. Estaba pasando entre un quiosco y un edificio, todavía sobre L. M. Campos, cuando escuché "Déjame mamártela" que venía de una voz femenina forzada, con un acento paraguayo, o de cualquier otro lado menos porteño. Me di vuelta medio atónito, medio feliz, y entonces me di cuenta. "Ah, un traba", pensé. "No, gracias" le dije con toda cordialidad y buen humor. "Pero la verdad es que no es lo mío" agregué. No se rindió así de fácil él o ella, o eso… yo que sé…
Siguió caminando a mi lado, intentando convencerme de lo contrarío y amagando hacia mi masculinidad. No me enojé, quedé indignado. Llevaba ya unos días con ganas de escribir un cuento corto sobre la vida de un travesti de la calle, no de uno de esos como Florencia de la V. Soy conciente que los trabas que venden su cuerpo son creación de nuestra propia brutalidad. Y para ponerle mas pimienta, había terminado de leer hacía unas doce horas una novela policíaca del subcomandante insurgente marcos y un tal taibo segundo. Mi mente era un mar de ideas, un tumulto de pensamientos progresistas, liberales o yo que sé (todo eso debe depender desde que punto se mire).
El pobre, la pobre, o lo pobre... en fin, tuvo que escuchar todo mi discurso sobre como él era lo que era y que estaba en todo su derecho de hacer con su cuerpo lo que le cantase, pero que no tenía que rebajarse a vender su cuerpo. Que tendría que luchar por una sociedad donde gente como él serían aceptados. Que la realidad es que los mismos que lo juzgan son los que después buscan sus servicios. En fin...blablablabla... No creo que todo le que dije entonces tuviese mucho sentido, pero las palabras del personaje campesino elías, creado por el sub, en ese momento retumbaban en mi cabeza y salían disparadas por mis labios para entrar el las orejas del traba que, por lo que recuerdo, también estaba en un estado de intoxicación  farmacológica. No recuerdo la cara, ni el cuerpo, de aquella persona. Sólo su voz y su desagradable olor a transpiración, esos hedores que únicamente puede soltar un hombre después de trabajar doce horas en una obra de construcción.
Finalmente me cansé, la sonrisita falsa en la cara del traba era de alguien que no entiende nada de lo que le dicen. Como si le estuviese hablando en swahili. Entonces me fui; cansado, con la garganta seca de tanto hablar, con el hedor del traba calado en mis fosas nasales y con un frío que me tenía todo el cuerpo como chihuahua en el polo sur. Igual seguí caminando y sentía que en cualquier momento me fallaría el cuerpo... que me desplomaría ahí mismo. Ya estaba sobre Santa Fe, justo donde empieza el Jardín Botánico, creo que es Borges, o tal vez no. En mi mente seguía el subcomandante marcos. Retumbaban en mi cabeza las siglas ezln, e intentaba acordarme que carajo significaban. Lo sabía, de eso estaba seguro, pero en aquel momento no me podía acordar y quería acordarme. Entonces como nada encontré la respuesta en lo más remoto de mi nublada mente, ejercito zapatista de liberación nacional.
Ejercito zapatista de liberación nacional, ejercito zapatista de liberación nacional, ejercito zapatista de liberación nacional... era un murmullo constante en mi cabeza. En ese entonces caminaba por inercia, y cada paso era un calvario. Era como subir al gólgota una y otra vez y manteniendo la cruz mas pesada del mundo haciendo equilibrio sobre la palma de mi mano, y para el colmo mi mente no paraba de maquinar cosas absurdas. Fue ahí cuando decidí tomarme un taxi. ¿Cómo lo pensaba pagar? estarán pensando. Pues, suponía que podría ser un viaje gratis. Estaba demasiado convencido en la caridad humana. Algo que no se puede esperar de un taxista, que a duras penas llega a fin de mes, un fin de semana a las cinco o seis de la mañana.
Resuelto en decirle a un tachero que yo era miembro del ejercito zapatista de… y que necesitaba llegar al Congreso de la Nación para una reunión urgente con el alto comando de la sucursal argentina, decidí parar un taxi. No tuve en cuenta el pedo que nublaba mi  juicio, mi camisa sudada y con manchas de diferentes bebidas, y mi cuerpo tembloroso. Paré el primer taxi que vi, abrí la puerta trasera, asomé mi cabeza y arranqué con mi discurso; "Soy del... eh....mmm, esperá…" no podía acordarme de lo que quería decir, o tal vez si pero no lograba modularlo. Lo miré nuevamente a los ojos, medio entrecerrando un ojo para no desenfocar, aclaré mi garganta y arranqué nuevamente; "Eh... soy del ejercito....eeeh....zzzzap... No importa." Cerré la puerta y el taxi se marchó.  No logré llevar a cabo mi plan, tal vez si me encontraba en un estado menos alarmante podría haber convencido al taxista. Pero las cosas son como son. Jodidas.


 CONTINUARÁ...

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